-Poquito-
-Me hubieses
dicho antes-dice Fernando colocando su abrigo encima de sus hombros
-Te amo
-Yo te amo más
-Mentira, tu
buscaste novia cuando rompimos y yo no
-Touché-dice Fernando mirándola divertido-pero aun así
no hubo un día en el que no pensé en ti
-No seas
mentiroso… me llevas a casa? Estoy algo cansada.
-A tu casa? No. A
la mía? Si
-Con tal de que
haya una cama voy a donde sea
-Como se porto mi
niña hoy?
-Bien, tranquila.
-No se parece a
su madre entonces
-Oye! Que insinúas?
-No, nada.
-Más te vale… Mira
que no me costaría nada ponerte a dieta
-Sobre eso…
-No. No me voy a
acostar contigo… recién nos conocimos hace 10 minutos
-Ahh si? Y como
concebiste a mi hija? Telepatía?
-Si-dice y se
echa a correr
-Ven acá
payasita-dice y la agarra por la cintura mientras ella trata de escapar de sus
brazos. Ambos ríen a carcajadas, hacía mucho no disfrutaban de un momento como
en aquella ocasión. Ciertamente extrañaban estar en los brazos del otro, pero
aquel tormento llamado “distancia” por fin había terminado. El se encargaría de
que su vida fuera 100% felicidad y que no derramara una lagrima mas, a menos
que fuera de felicidad.
-Bésame,
jardinero
-Ya no soy
jardinero
-Siempre serás mi
jardinero… solo bésame-Dice pasando sus brazos por el cuello de él y ofreciéndole
sus labios. Fernando posa sus labios sobre los de ella regalándole un beso
lleno de amor y pasión desenfrenada. El tiempo se paro, solo estaban ellos y su
amor… hacia mucho que añoraban volver a encontrarse de esa manera aunque ambos
lo veían muy difícil. Quizá el destino confabulo, su destino estaba tejido por
Dios.
-Muy bonitos
ustedes-dice Carolina fingiendo indignación- yo muerta de la preocupación y
ustedes
besándose ahí como un par de
-PERDÓN-dice Lu
con una sonrisa picara- la situación ameritaba un beso
-Tus hormonas?
-No, las ganas de
calmarlas-Fernando abre los ojos sorprendido por la respuesta de Lucero. Su bonita
seguía siendo la misma loquilla que había conocido y así la amaba. No cambiaría un solo pelo de su cabeza, ella era perfecta.
-Deja la droga,
hermanita. Le hace daño a la nena.
-No, es demasiado
buena jajaja
-Bueno, Caro. Ya nos
vamos a casa
-Tu tampoco sabes
controlar tus hormonas? Esperaba más de ti
-Para tu información
Lu está cansada y quiere dormir… verdad mi amor?
-No-dice Lucero carcajeándose
-Que mal que tu
mujer te delate de esa forma
-Bueno, ya no les
quito más tiempo… váyanse
-Te quiero
hermanita, gracias por todo-dice Lu y la abraza muy fuertemente
En el auto iban
en un silencio bastante cómodo. Lucero de vez en cuando le dedicaba miraditas
cargadas de amor y ternura. ¿Había algo más perfecto que
estar con el hombre que amaba? La respuesta era no.
-Si me sigues mirando así voy a parar el auto y
te comeré a besos
-Que te detiene?
-Que prefiero comerte cuando estemos a solas, a
la luz de la luna y en mi cama.-Lucero se sonrojo casi de inmediato.
-Ya, no digas eso.-dice y apoya su cabeza en el
hombro de Fer. Estaba cómoda, ese era su hogar, su refugio y libertad.
Para cuando llegaron al edificio, Lucero estaba
profundamente dormida; parecía un angelito. No quería levantarla así que la
tomo en brazos y la subió hasta su casa. Amaba demasiado a esa mujer y no sabía
cómo es que había planeado una vida sin ella, simplemente era imposible… no podía.
La necesitaba, pero ya sería otro día… prefería quedarse a mirarla mientras dormía
plácidamente.
-No, por favor aléjate.-dice Lu aun entre sueños-
Fernando es a quien amo… No, por favor no le hagas daño… Aléjate de mi hija… No,
no, no la mates
-Mi vida-dice Fer quien despertó debido a los
bruscos movimientos y gritos de Lucero, comenzó a moverla para devolverla a la
realidad…
-Mi vida-dice Lucero con la respiración agitada y
se engancha del cuello de Fer
-Que te pasa? Que sonaste?
-Augusto te mataba y luego lo hacía con mi
princesa- se desato en llanto, sabía que si esto llegaba a
suceder en la
realidad moriría con ellos.
-No te preocupes, mi vida. No va a pasar nada. Te
amo.
-Yo te amo más
Fernando la besa tiernamente demostrándole en ese
beso lo que era el amor verdadero, ese que suenan las pequeñas princesas con
tener alguna vez. Pero Fernando era real, no una ilusión. El la hacía volar,
tocar el cielo con las manos… simplemente era perfecto y era suyo, solo suyo. Paso
a besar su cuello, placer exquisito que tenia meses sin probar… él era el
amante perfecto, el que siempre soñó y que estuvo a punto de perder por Augusto…
Pero ¿Quién quería recordar a su esposo en ese momento tan sublime? Se dejo
llevar por el placer que sus caricias y besos le proporcionaban. La despojo de su
vestido y la miro a los ojos como pidiéndole permiso para terminar de
desnudarla y hacerle el amor. Lucero tenia las pupilas dilatadas, lo deseaba,
solo asintió…
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